En la era digital, somos más vulnerables que nunca. La sociedad ha cambiado, por lo que también lo han hecho las formas de delincuencia. Cada vez son más sofisticados los procedimientos que siguen aquellos que viven de echar el guante a dinero ajeno con las herramientas de la tecnología. Porque esta puede ser fácilmente empleada para hacer el mal, lo que hace primordial establecer protocolos de prevención que empiezan por concienciar a los usuarios.

Para muchos, Internet es todavía algo confuso lleno de aristas y usos indescifrables. Especialmente la gente mayor, que a menudo tiene que lidiar con la frustración de un sector que está en rápido y continuo cambio. Gente que pone todo su empeño y voluntad en aprender a usar un aparato electrónico o una nueva aplicación para descubrir con exasperación que todo se ha quedado obsoleto. Que ya existe un modelo más nuevo del cachivache.

Una de estas fuentes de confusión son los llamados códigos QR. Por ilustrarlo en términos sencillos, un código QR es un código de barras interactivo. Haciendo uso de la cámara, el dibujo te redirige a una página web que se abrirá automáticamente en el navegador de tu móvil. Con la pandemia, este método comenzó a pujar al alza, pues permitía, entre muchas otras cosas, acceder a las cartas de los restaurantes sin tener que estar en contacto con la versión física de estas.

Peligros y prevención

Pero todo lo que tiene usos útiles, también tiene usos villanos. Aprovechando este auge, los ciberdelincuentes han encontrado formas de usar los QR para montar sofisticadas estafas que pueden provocar la sustracción de datos personales o incluso de dinero. Son múltiples las formas de proceder. Una de las más habituales es la falsificación de un QR para ser dirigido a una página que, o bien infecta el dispositivo, o bien te engaña para obtener información.

Con el objetivo de divulgar estos peligros, el Banco de España ha comenzado la campaña “Protégete contra el fraude”, que hace pedagogía con los muchos usos delictivos que se le puede dar a los códigos QR. A pesar de que son muy cómodos para, por ejemplo, la hostelería o el sector publicitario, la oleada de malas prácticas ha provocado que las instituciones tengan que redoblar la vigilancia.

Los delitos cibernéticos son ya algo generalizado a lo que todo el mundo está expuesto. Uno de cada ocho crímenes que se cometen en España son de esta naturaleza. Esto es buena prueba de que internet, a pesar de ser algo imprescindible en nuestras vidas, también es, en muchos aspectos, una jungla por domar y explorar. Los recursos para perseguir estas infracciones y proteger al usuario son cada vez más sofisticados, pero también los son las malas artes empleadas por los delincuentes cibernéticos.

Origen: as.com/actualidad